martes, 6 de diciembre de 2011

La desdicha nunca avisa porque somos títeres enloqueciendo por un par de gramos




 Labios blancos, cara pálida, cogiendo aire entre copos de nieve que arde en sus pulmones. Las luces se apagan, el día termina. La lucha para pagar el alquiler. Noches largas entre hombres desconocidos. Dicen que ella que le pega a lo más duro y sueña despierta desde los 18 pero últimamente parece claudicar y débil cae como un castillo de naipes. La desdicha nunca avisa porque somos títeres enloqueciendo por un par de gramos. Ella no quiere salir esta noche y con el humo de una pipa regresa a casa o vende su amor entre hombres. Hace demasiado frío para que un ángel pueda volar.
Un abrigo, unos guantes rasgados. Agarrándose a un tablón, manteniéndose a flote en soledad. En la humedad. Monedas, billetes, la mirada perdida. La garganta seca, prostituta sin teléfono. De blanco un ángel morirá, ojos cerrados por una vida mejor. Esta vez, esta noche desapareceremos en el firmamento.

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